Si bien mi deporte
favorito es por lejos el fútbol, desde muy pequeño he tenido una gran
fascinación por las grandes ligas del béisbol norteamericano.
Nunca fui de esos latinos
que anhelaban ir a los Estos Unidos, de niño no me moría por ir a Disney World,
no sentía desesperación por conocer la Casa Blanca o el Central Park, el único
interés que me despertaba ese país eran los parques de pelota.
Muy apasionado por la
Serie Mundial del 2004, siempre estuve enamorado del estadio de los medias
rojas de Boston y su místico monstruo verde, también me encantaba el Dodger
Stadium, casa de mi equipo favorito. 10 años después de que se encendiera mi
pasión por la pelota caliente, en mi segundo viaje a los Estados Unidos, tuve
la oportunidad de pisar uno.
El 30 de mayo de 2014, fui
a ver al Citizens Bank Park de Philadephia, Pensilvania, un partido entre los
Phillies y los New York Mets.
Es difícil explicar lo que
sentí al entrar al estadio, desde que pones un pie adentro, vives una
experiencia completamente distinta (por
buena y por mala) a la que se puede vivir en cualquier partido de fútbol de
Latinoamérica. Casi que cada párrafo de este artículo se podría cerrar con un
“¿te imaginas que pasara esto en Sudamérica?”.
El acceso al estadio es el
más fácil que he vivido en un espectáculo deportivo. Llegamos 20 minutos antes
del juego y fue solamente ingresar el boleto en una máquina. No había ni fila,
ni tumulto, ni presión, ni peligro alguno. Una vez dentro, te recibía un coro de
niños, mientras un gran grupo de personas los escuchaba sin ninguna prisa por
encontrar su asiento, esta escena se repetía con distintos actos en cada entrada
al recinto.
El Parque de pelota era
increíble, era todo lo que había imaginado y más. De estilo retro clásico,
combina todas esas imágenes que uno ve en películas antiguas o dibujos animados,
con la alta tecnología de un país desarrollado. En su interior había, más de 6
tiendas (de marcas diferentes) que venden la indumentaria oficial del equipo,
una variedad de aproximadamente 20 restaurantes y puestos de comidas, y hasta
un pub. En nuestros asientos teníamos disponibles meseros que traían cualquier cosa
sin necesidad de levantarse. Pensar que este es un estadio inaugurado en 2004,
no me quiero imaginar cómo es el Yankee Stadium que fue renovado en 2009 o el
Marlins Park que fue abierto en 2012.
Sin duda la forma de ver
el deporte es completamente diferente a la que tenemos en Latinoamérica. Aquí
la pasión no era lo más importante sino que lo era el espectáculo. No había
múltiples escenas de insultos a los jugadores, por el contrario la atención de
los espectadores no estaba especialmente focalizada en lo que pasaba en el
terreno sino que parecía que el partido
era algo de segundo plano, como si fuera
música de relleno, la cual está ahí mientras tienes una charla amena y le
prestas atención solo cuando es una canción que te gusta o que es interesante.
El público era muy
familiar, habían desde bebes de brazos hasta ancianos con dificultades de
movilidad, era impresionante la cantidad de niños que habían. La gente no
necesariamente llegó a la hora del inicio, el lleno total se alcanzó cuando se
promediaba la tercera entrada. Del mismo modo, el resultado final parecía no
tener una gran importancia, justamente este partido iba empatado y el público
se empezó a retirar en la octava entrada. El juego se extendió por 14 entradas
y quien escribe se quedó hasta la décimo tercera, para ese entonces las
tribunas estaban completamente vacías, tanto que parecía hasta peligroso
quedarse.
La organización del
partido era sorprendente, cabe mencionar que este no era un encuentro especial,
ni de serie mundial, este no era más que un juego de temporada regular. Sin
embargo, el personal de atención era muy amplio, en cada uno de los más de 120
accesos a los asientos, había no menos de 5 personas que te indicaban cual era
tu lugar. Esos mismos empleados se encargaban de impedir el ingreso de personas
mientras la entrada estaba en curso, para que no se perturbara la visión de los
aficionados que ya estaban sentados.
Pero lo más llamativo fue
el espectáculo que se vivía en la pausa de entrada y entrada, mientras en la
televisión aprovechan el cambio de lanzadores para poner la publicidad, en el
estadio esa es la parte donde todos los espectadores están más atentos. Cada
pausa es un juego de las cámaras del estadio, con los asistentes al partido,
siempre hay un motivo y una canción diferente. Es sorprende el ingenio y la
cantidad de actividades de entretenimiento que se pueden realizar en esos
cortos periodos de tiempo, muchas de ellas dirigidas al público infantil
presente en el parque.
En esta nota podría seguir
por más páginas describiendo los múltiples salones, actividades o museos que tiene
el estadio, pero ya se hace muy largo. En todo caso es una experiencia más que
interesante incluso para los que no les guste el béisbol porque es un espectáculo
diseñado para todo público.
Francisco Moreno...
...@franjavimoreno
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